El anuncio de huelga general está generando en la sociedad un rechazo generalizado.
No es para menos. Los sindicatos originariamente y en el siglo XIX, nacieron en la revolución industrial con el propósito encomiable de la defensa de los intereses de la clase trabajadora sometida a una explotación inmisericorde por el capitalismo salvaje.
En los momentos presentes, siguen siendo útiles para la defensa de los intereses de los trabajadores, pero en España y respecto de los sindicatos hay que decir sin tapujos, que se han convertido en una rémora, un lastre, para la economía, para la sociedad y para la propia clase trabajadora por las siguientes razones:
1.- No representan más que a una mínima parte de la población laboral.
2.- El número de microempresas y autónomos constituyen la masa tanto laboral como económica más importante de nuestra sociedad.
3.- Frente a esa realidad, los sindicatos, especialmente UGT y CCOO, tienen una representación y una interlocución ante el Estado que no se corresponde con la realidad que representan.
4.- El gobierno prima a los sindicatos no solo otorgándoles una representación y una interlocución que no les corresponde, si no que les concede unas subvenciones multimillonarias directas e indirectas a través de los cursos de formación.
5.- Les otorga asimismo una legislación en virtud de la cual se les permite disponer de un auténtico ejército de liberados, que costean tanto las instituciones como las empresas públicas, así como las grandes empresas del sector privado.
6.- Este ejército y estas subvenciones (que costea la sociedad), les permite a su vez actuar como grupo de presión, algaradas selectivas y obtención de nuevos y más privilegios.
Por todas estas razones y otras muchas que omito por ser breve, la huelga es percibida por la sociedad como un acto de presión para seguir manteniendo los privilegios de una aristocracia sindicalista y por eso la rechaza. Y eso que la reforma laboral que se esgrime como argumento, apenas roza y muy mínimamente sus privilegios.